Las
abejas, hacen su aparición en el mundo, en las postrimerías de la era terciaria hacen unos 150 millones de años, podemos decir entonces, que su presencia es anterior a la de hombre.
Desde tiempos remotos, merecieron la atención de éste, cuando descubrió que el fruto de su trabajo, la miel, era una sustancia dulce con la que pronto aprendió a mejorar sus alimentos. Todos los pueblos de la antigüedad las consideraron sagradas, viendo en ellas un símbolo de trabajo, pureza y ahorro.
Antigüedad y mitología
Figura en la mitología griega, siendo
Aristeo el primer apicultor. Los romanos, los egipcios, los judíos, asirios e hindúes, las mencionan muy especialmente como componentes de recetas medicinales. Numerosas son las citas que de ellas hacen los libros sagrados; pinturas existentes en las paredes de tumbas y templos egipcios, dan una idea de que medios se valían entonces, para su extracción y distintos usos. Usaron además a las abejas como emblema sagrado y estilizándolos con motivo predominante en orfebrería. Aristófanes y Plinio se ocuparon de ella, en uno de los cuatro libros de Las Geórgicas, Virgilio detalla su organización y sus costumbres. Hasta el descubrimiento de la caña de azúcar, cuyo consumo se intensificó en detrimento de la miel, ésta había sido durante muchísimo tiempo el único endulzante que había conocido la humanidad.
La explotación de las abejas se hacía entonces en forma rudimentaria y no había llegado nunca a tener una significación mayor. Fue recién en las postrimerías del siglo pasado, en que estudiosos como Huber, Dzierzon, Sylviac etc. realizaron importantes observaciones, que se complementaron con la colmena movilista de Langstroth, la que dio a la apicultura el verdadero impulso que la transformó en floreciente industria.
La industria apícola a partir del siglo XIX
A partir de entonces numerosos inventos, modificaciones de métodos de trabajo, mejoramiento en el material apícola, permitieron un gran perfeccionamiento en la técnica, junto al estudio realizado por numerosos investigadores. Todo esto trajo como consecuencia lógica, un gran progreso en la industria apícola. En Europa, en Estados Unidos, Canadá y también en nuestro país se establecen gran cantidad de colmenares.En la República Argentina no se puede determinar con exactitud, la fecha en que empezó la explotación; en épocas de la colonia se habla de “Meleros”, pero, con cierta aproximación se puede decir, que fue, según un informe de la Sociedad Rural Argentina, recién a partir del año 1851.En esa época, se explotaban en Córdoba y Mendoza, según trabajo del Prof. J. T. Bruner publicado en la Ciudad de Córdoba en el año 1901, dice que en su provincia, se explotaban 50 años antes llevadas desde Mendoza. Los hermanos Lavoyat, dicen a su vez, que en colonias agrícolas de la provincia de Santa Fe,existían colmenares de hasta 200 unidades. Los hermanos Lavoyat se trasladaron con posterioridad a la ciudad de Paraná, llevando sus colmenas, instalaron allí un importante apiario.
En el año 1865 publicaron un tratado de
apicultura, dando indicaciones para la cría y explotación de las abejas, siendo ésta, la primer noticia sobre la publicación de un trabajo de esta índole en nuestro país. Hasta principios del siglo actual, las explotaciones apícolas fueron aisladas y sin mayor importancia. Hay que tener en cuenta el curioso concepto equivocado que en la época se tenía de las abejas, pues se consideraban peligrosas para el ser humano y las causantes de graves perjuicios en la fruticultura. Es por esta razón, que los Códigos Rurales de varias provincias, tienen en su articulado disposiciones que son un verdadero obstáculo para el desarrollo de la apicultura; es así como el Código Rural de la Pcia. de Buenos Aires establece que “Nadie podrá tener colmenas sino a una legua del égido de los pueblos”, articulado que fue transcripto en la mayoría de los Códigos de las demás provincias. Esto ha sido una restricción en el desarrollo de la industria apícola durante largo tiempo. Al comenzar el siglo actual, al aumentar la población con el gran caudal inmigratorio, muchos de los nuevos pobladores, traían de su país de origen técnicas y conocimientos apícolas; se instalaron colmenares en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. Varió entonces la técnica primitiva, que se emplea aún en la actualidad, que puede compararse, sin que exista diferencia alguna y con la de los países más adelantados en la materia. Los materiales se importaban, pero las necesidades de los apicultores cada vez mayores, hizo que comenzara en el país la industria de materiales apícolas, accesorios e implementos de toda naturaleza, en fin, todo lo necesario para la explotación nacional.
Apicultura en el siglo XX
Al mismo tiempo, el Estado, interesado por el desarrollo cada vez mayor que adquiría la apicultura, crea servicios encargados del fomento de la actividad apícola y para orientarla y defender los intereses de los apicultores. Aparecen también las primeras revistas de apicultura, entre ellas “Gaceta del Colmenar” y secciones periódicas en revistas agropecuarias y de granja. También se crearon Sociedades de Apicultores, entre otras la Sociedad Argentina de Apicultores S.A.D.A., la Asociación de Aves, Conejos y Abejas, en la ciudad de Buenos Aires y en la provincia la Asociación Apícola Argentina, también en Santiago del Estero; estas son las más antiguas, hoy son numerosas. La enseñanza de la apicultura es materia de estudio en las Facultades de Agronomía y Colegios Agrarios del país. El desarrollo de la apicultura en la República Argentina ha ido en constante aumento, estimándose que hoy día existen 800.000 colonias distribuidas en su mayor parte en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Entre Ríos. La producción de miel llegó en el año 1965 a 35.000.000 de kilos. El consumo interno no es de mayor significación, 200 gramos por habitante, pero podría aumentarse considerablemente con una adecuada promoción.
La mayor parte de la producción es exportada, siendo el principal comprador Alemania entre otros países europeos; también Estados Unidos y Japón son compradores de nuestra miel, que reúne cualidades extraordinarias para mejorar otras de calidad inferior. La cera de opérculos es también un renglón importante. Se explotan además otros productos de la abeja, pero no son de mayor importancia. Existen en el país grandes criaderos de reinas de varias razas y se ha generalizado la formación y venta de núcleo como así también la venta de paquetes de abejas.