Tanto la Administración como los propios apicultores y, por supuesto, los científicos, saben desde el primer momento que el trampeo no es el método ideal, y solo han confiado en él como un mal menor. Las trampas matan reinas de la avispa asiática o vespa velutina que ya no llegarán a formar nidos, pero estas mismas trampas que no son selectivas, matan también otros insectos. Conscientes de ello, los propios apicultores aglutinados en torno a la Asociación Galega de Apicultura (AGA) se implicaron en un proyecto para tratar de dar con un atrayente específico, que sirviese para capturar velutina pero que no causase daño a otras especies. La investigadora Sandra Rojas lideró este proyecto en la Universidade de Vigo, y se hicieron combinaciones de tres trampas diferentes con tres atrayentes distintos. Pero los resultados no fueron todo lo buenos que se esperaba. Se determinaron algunas combinaciones menos nocivas que otras, pero ninguna era la panacea.
Las investigaciones continúan, pero, mientras, las reticencias de los científicos con respecto al trampeo para la avispa asiática van a más. Y el daño colateral a otros insectos ya no es la única preocupación. El Museo Nacional de Historia Natural de Francia ha recomendado evitar la captura de reinas fundadoras en primavera. El argumento es que esta época del año es la menos efectiva para hacerlo, puesto que es precisamente en esos meses cuando se produce la competencia entre hembras fundadoras de vespa velutina y cuando hay una mayor mortalidad natural en la especie.
Los científicos gallegos recelan también del trampeo masivo. Xesús Feás, investigador de la Universidad de Santiago que participa en un estudio auspiciado por la Diputación de A Coruña, incide en que «el trampeo masivo no es efectivo ya que tiene terribles efectos en otros insectos». Cree que, en caso de hacerse, «tiene que ser una actuación muy selectiva» y en primavera «se debería llevar a cabo cerca de cursos de agua». También pone el acento en que «no se puede ir a los colegios a enseñarles a los niños a hacer trampas. A los niños no hay que enseñarles a eliminar insectos, muy al contrario debemos enseñarles a respetar los insectos y, en todo caso, hay que educarles en cómo reconocer los nidos y la forma de actuar».